Una mirada reflexiva a la vivienda en la era post-COVID

Como consecuencia de la situación coyuntural que está creando esta crisis sanitaria, son muchos los estudios que se están realizando para determinar hacia dónde nos dirigimos en muchos aspectos, y entre ellos, la vivienda: ¿cuál será la vivienda que nos deje este COVID-19?

A finales de 2019, el sector inmobiliario residencial estaba tomando un rumbo muy favorable, con un escenario compuesto de actores apostando por la innovación, la calidad, la industrialización, y en general, la  profesionalización de un sector saneado y la búsqueda de un producto atractivo para el cliente. La duda es… ¿seremos capaces de mantener estos objetivos sin que se vean alterados por el efecto de la pandemia? Sin duda, se nos presenta un gran reto; pero para afrontarlo con éxito y determinación, hace falta hacer una reformulación de la vivienda hacia lo que realmente necesita la sociedad. El valor de la vivienda ha adquirido gracias al COVID-19 una dimensión mucho más relevante de lo que hasta ahora cualquier persona que buscara su hogar se hubiera planteado anteriormente. El hecho de haber tenido que pasar un largo periodo en nuestras viviendas, nos ha obligado a vivirlas de verdad, nos ha hecho reflexionar sobre lo que nos satisface de ellas, y también ha sacado a la luz sus carencias.

Y así se ve reflejado en el resultado de numerosas encuestas realizadas sobre el grado de satisfacción de la vivienda. Curiosamente, el confort de la vivienda, la calidad de sus acabados, el estado de conservación y la superficie son aspectos muy valorados. Y dentro del concepto confort, especial atención a contar con una buena iluminación natural, ubicarse en una zona tranquila y disponer de una buena climatización.

Fuente: Estudio Tendencias en Residencial. Grupo Análisis e Investigación para UPONOR

¿Cómo será la vivienda tras la pandemia?

Y es que esta pandemia va mucho más allá de la crisis sanitaria, de la económica, del interés general por conservar la salud. Esta pandemia ha hecho que afloren las necesidades más básicas: ser, estar, comer, dormir, sentir… Aquello por lo que antes pasábamos de puntillas por la velocidad de crucero de nuestras vidas, ahora se convierte en uno de los bienes más apreciados e íntimamente relacionadas con el lugar donde acontecen: nuestras viviendas.

Llevándonos estas necesidades básicas al terreno funcional, la vivienda post-COVID debería reformularse contemplando algunos de los siguientes aspectos:

  • Salubridad que garantice un hogar seguro para la salud de sus moradores:
    • una buena iluminación natural, grandes ventanales, una cuidada orientación
    • una buena calidad del aire interior mediante sistemas de ventilación eficientes, como el sistema de doble flujo
    • zonas comunes con materiales antibacterianos, con accionamiento mediante sistemas no táctiles –voz, presencia- para minimizar la posibilidad de contagio por transferencia de superficies
    • uso de materiales sostenibles, no contaminantes ni nocivos para la salud.

 

  • Versatilidad que garantice un hogar preparado para conciliar vida laboral y personal:
    • con un espacio para el teletrabajo, con una buena iluminación en una zona tranquila de la vivienda donde poder concentrarse
    • distribución versátil que permita habilitar de una forma sencilla un espacio de aislamiento seguro dentro de la propia vivienda: el “apartamento” dentro de la vivienda
    • un espacio seguro de transición a la entrada, que permita despojarse de forma efectiva de todo atuendo que pueda contribuir a un contagio dentro de la vivienda.

 

  • Confort que permita materializar la experiencia de vida de compartir hogar con la familia:
    • una climatización eficiente, fácilmente manejable y sostenible. Sistemas de generación renovables, como la aerotermia, la geotermia, el tratamiento adecuado de la envolvente
    • dotada de un espacio de conexión con el exterior, ya sea terraza, galería o jardín. Necesitamos poder mantener el contacto con el exterior, con la naturaleza, y ese espacio intersticial es indispensable para lograrlo
    • una ubicación adecuada al uso que se pretende: tranquila, con pocos ruidos, con zonas verdes próximas y con servicios disponibles en un entorno adecuado para moverse a pie
    • un buen aislamiento acústico, que permita aislarse del mundanal ruido cuando se busque el viaje al interior, o simplemente conseguir un buen descanso
    • una superficie mínima adecuada que permita aunar todas las necesidades básicas que se busca en una vivienda. No solo se trata de cantidad sino también de calidad del espacio interior: menos pasillos frente a estancias más espaciosas y cuidadas
    • unas zonas comunes que hagan la vida más fácil al individuo: zonas de co-working, gimnasio, sala gourmet, sala de estudio infantil, área de juegos estacional, etc. Todo aquello que contribuya a complementar el espacio individual de la vivienda y fomente la vida en comunidad. A fin de cuentas, somos seres sociables por naturaleza, y tenemos la necesidad de relacionarnos.
    • dotada de una buena conectividad: si bien las reuniones físicas no deberían olvidarse, las reuniones virtuales de trabajo, con familia y amigos forman parte de esta nueva realidad.

 

Son muchas las nuevas características deseables en una vivienda post-COVID. Sin duda, todo un reto para el sector.

 

Imágenes vía El Mueble

¿Quiénes pueden aportar a esta nueva realidad?

De los principales actores del sector dependerá el éxito de conseguir acercar la oferta futura a la nueva demanda ya presente. Y no hablo sólo de promotores, la acción es mucho más global; he aquí algunas ideas:

  • La Administración Pública:
    • Aumentando la oferta de suelo disponible para evitar su encarecimiento por escasez del mismo.
    • Adaptando la normativa a los nuevos tiempos: flexibilidad en la dotación de aparcamiento en edificios residenciales, favoreciendo la existencia de usos complementarios a la vivienda: terrazas y salas comunes, fomentando su implementación sin que penalice la rentabilidad para el promotor.
    • Liderando nuevas formas de hacer ciudad, con un urbanismo amable y respetuoso con quien habita las ciudades y con la naturaleza que las rodea.
    • Haciendo extensiva esta adaptación a la rehabilitación y la vivienda en alquiler.

 

  • Los promotores:
    • Apostando por la creación de auténticos hogares que respondan a las verdaderas necesidades de sus clientes, equilibrando la balanza de la RSC vs. la rentabilidad esperada, sin perder la vocación social que implica promover hogares.
    • Creando un verdadero lobby de acción conjunta en la que se apueste por la continuidad de un sector sostenible y saneado, que consiga permanecer a largo plazo, sin resentirse por cada crisis venidera.
    • Promoviendo el trabajo en un marco colaborativo – Integrated Project Design (IPD)- como nueva forma de acometer promociones, incorporando en la etapa más temprana a constructores y arquitectos, para buscar el mejor resultado para el proyecto, con el menor riesgo y el máximo beneficio para todos.

 

  • Los constructores:
    • Apostando por la industrialización de los procesos constructivos, colaborando de manera transversal en el desarrollo de nuevas técnicas de desarrollo de los proyectos y las obras que permita una mayor eficiencia en los procesos.
    • Aceptando el trabajo en un marco colaborativo con promotores y arquitectos.

 

  • Los arquitectos:
    • Buscando el producto óptimo para el promotor, atendiendo a los requerimientos de calidad y necesidades que su cliente demande.
    • Asesorando a la Administración Pública en los cambios normativos que permitan una adaptación a la nueva normalidad sin poner en riesgo el control urbanístico.
    • Al igual que las constructoras, trabajando en un marco colaborativo.

 

Y por supuesto, sin olvidar el papel estratégico del Gobierno español para destinar parte de los fondos europeos a estos objetivos, justificado por el peso específico del sector inmobiliario en el PIB y como elemento dinamizador de la economía.

En resumen, el COVID-19 ha hecho que el sector inmobiliario residencial se tenga que enfrentar a un nuevo marco de vida en el que, de una u otra forma la vivienda va a tener que adaptarse. Podemos verlo como un inconveniente para seguir haciendo lo que hasta ahora hacíamos, o bien, como una verdadera oportunidad de marcar una disrupción y materializar un salto cualitativo en la forma de crear hogares como motivación de vida.

Laura Monzón / Socia WIRES – Directora de Proyectos – ExMBA IE Business School

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